Los relatos de mi Papá

La relación que construimos con los lugares con los que crecimos, a través de los relatos de nuestros padres se sostiene, muchas veces, en pequeños ritos. Me resulta inevitable pasear mentalmente por el Parque del Retiro, como lo hice en el 2005 y no pensar en mi papá. 

Hay ciudades que se meten en la memoria y permanecen allí como una constante vibración que va y viene, como una brisa, como el oleaje del mar hacia la arena.

A la madre patria así la recuerdo, incluso más bella si la imagino con mi Papá en ella y más diáfana y alegre gracias a la calidez festiva del verano en el que la visité por primera vez.

Recuerdo como al llegar a la Puerta del Sol, me di cuenta de que esa primera ocasión que visitaba Madrid, no fue a mis veintes, sino mucho antes, en la niñez, cuando mi padre iba y volvía mentalmente a España, (como las olas a la orilla de su Barcelona) de su larga experiencia de estudiante y me la relataba cada vez que le apetecía, con la fascinación de quien había descubierto el mundo.

Para Él el agosto español era una vorágine de vino tempranillo, tapas llenas de aceitunas y castañas y el aire caliente por la lluvia de verano.

Mi papá un escritor sin libreta, sin duda hablaba como si escribiera una obra y además de su erudición y talento, lo más notable es que era de corazón bueno, generoso conmigo que recién empezaba el camino arduo de la escritura, y respetuoso de los anhelos de los demás, de los sueños de letras, de los míos.

Escribir acerca de España, hoy es llorar, porque escribir duele siempre, pero también sana. Y uno siempre escribe desde la vida.

El amor por España es algo que compartimos con mi papá y me lleva a pensar en él y en su juventud perdida, que conforme pasa el tiempo también es la mía...

Celeste en una adaptación de alguien más.

Quito, marzo 07, 2020