la capacidad de contar historias que te transportan con gran facilidad a su pasado,
y un cabello moldeable a cualquier peinado.
Me sorprende con un “me gusta el lunar de tu pierna” mientras maneja,
con un beso en mi espalda mientras vamos en el taxi,
con una invitación a cenar cuando pensé iríamos a casa.
Disfruta de sus rollos de sushi como un niño de su helado, yo disfruto verlo comer, con gran destreza y tan delicado.
Conoce bien la ciudad, sabe de todo y a menudo se le enciende el foquito led de alguna idea genial.
Así es él, extraordinario.