Dicen que cuando los buenos se van, hasta el cielo llora, y así fue, así recuerdo su despedida…
Y a pesar de la tristeza, el tiempo transcurre y un día como hoy, recordamos que hace un año Héctor nos dejó; nunca olvidaré el momento exacto y la hora en que me dijeron que su corazón ya no latía 04h00, incluso el mío se rompió en ese segundo y extrañamente continuó latiendo... pero el dolor está intacto. Los días son más llevaderos, pero es imposible no recordarlo sin llorar de vez en cuando, despertarse y acostarse sin sentir ese vacío, y continuar la vida ya sin él, aunque hoy, la fecha es más tolerable en el calor de la familia.
Desde su partida, los días pasaron y su ausencia se ahondó sin piedad, pero recientemente he empezado a recordarlo tímidamente sonreído, como antes, ¿será que está más contento? o tal vez yo esté menos triste...
Recuerdo la voz de mi papá, suave, pausada, tranquila, también serena y delicada. Nunca me llevó a misa ni me impuso la religión, sin embargo, de él aprendí que hay un ser supremo al que debemos respeto, temor y agradecimiento, y hoy siento que su amor y el de mi mami han sido el mejor regalo de ese ser, de Dios.
También dicen que la bondad es el punto más alto de la inteligencia, y creo que es cierto, porque a Héctor las dos cosas lo definen.
Mi papá, un poeta de la vida, un escritor sin libreta, con la bondad de Don Quijote en su mirada y un sorbo de vino tinto en la boca. Sin duda la persona más buena que haya conocido, con el alma más pura y la más ingenua, confiaba en las personas y se sentía en la obligación de ayudar a los demás.
Él estaba en otro
estado de calma, superior al de nosotros, a él, los animales lo seguían, y es
que tenía luz, y brillaba no solo por su inteligencia sino por su paz interior.
Me enseñó la lección de honradez en una escena, lo vi recoger del suelo una moneda de diez centavos y devolvérsela a quien se le cayó, con una gran sonrisa, como si le devolviera una fortuna.
Jugaba con sus
nietas como un niño más y almorzaba con parsimonia, saboreando la comida de mi mamá
como si cada vez le sirviera un manjar.
Cuantas veces lo vi crear poesía en medio del tráfico de la ciudad. No había maldad en él, un pájaro que un 26 de enero al fin voló. Sus alas ya estaban listas para volar, pero mi corazón no estaba listo para verlo partir.
Siempre un bálsamo, siempre fuente de amor donde uno podía descansar. De él me queda la honestidad, la bondad y el amor y para él, mi respeto y gratitud eterna.
Hoy prendemos una velita en su honor, aunque la luz de su amor permanece encendida en nuestros corazones cada día y por el resto de nuestros días.
Papito,
Recuerdo cuando al ingresar al Hospice reflexionaste en voz alta, dijiste: “Lo más hermoso que pasa antes de irnos, es la vida”.
Gracias por habernos dado esa vida y por entregarnos la tuya, dedicaremos nuestra existencia para enaltecer tu vida.
Gracias por el amor que nos brindaste, por toda una vida de servicio, y por el humano en el que me convertiste.
Gracias por quedarte con nosotros hasta el final de tus días, sin ti nada hubiera sido igual, sin ti nada es igual…
Y un gracias especial por Ignacio, elegido para la tierra por su abuelo en el cielo, este bebé es esa simple razón por la que volvimos a sonreír, es como un domingo de invierno con sol... sí, es el sol sobre las nubes y seguro tú serás el viento bajo sus alas siempre.
Madeleine