Son
muchos años sin ver a la Tía Rosita, como debíamos decirle a la esposa
de Manolo, el primo más joven de mi papá. En realidad, una vez que la
conocimos fue tan fácil, ella era tan gentil con nosotros lo niños que
todo fluyó.
Nos
invitó al huasipichay de su nueva casa, una muy bonita y grande cercana
a la plaza de San Miguel de Bolivar, preparó una rica cena y después
nos puso a bailar, lo hicimos muy animados no sé porqué y al final nos
premió con un Tango, "solo para los niños".
Después
de esa noche no la volvímos a ver, ya de eso más de 20 años, que
lástima siento hoy que me llega la mala noticia de su pronta partida.
Gracias
Rosita, por todo el cariño que nos entregaste a mis hermanos y a mi
cuando niños, alargaré al infinito el cariño que guardé para ti todos
estos años y te recordaré con la misma dulzura de ese chocolate que nos
regalaste la última vez que te vimos.
Ce.