Al poco tiempo de tu partida Genaro...

Recordé cuán emocionado estabas de que finalmente condujera hasta tu casa para compartir nuestras vidas… y tiempo después, lo duro que fue conducir para tu despedida. No éramos perfectos, pero guardo las flores que tantas veces nos acompañaron.

Ahora manejo sola por la ciudad, como ayer, cuando me visitaste en mis sueños mientras transitaba algo angustiada por una gran avenida y entonces dijiste, “todos los semáforos están en verde” y tus palabras despejaron el camino para mí y me sentí segura, como cuando conducía a casa contigo.

Gracias, muchas gracias por venir, por cambiar las luces a mi favor, te dejo ir y avanzo plena, sabiendo que tú estás muy bien y desde hoy lo estaré yo también.

Sigo escuchando tu voz en el tráfico, en el silencio, en mis memorias, y siento paz. Y a la presente conduzco mi vida un poco más feliz.

Celeste (en los zapatos de Cris).