miércoles, 14 de junio de 2017

Mi Papá

Sin duda la persona más buena que haya conocido en toda mi vida, la más ingenua, la más inocente. Cree que Quito todavía es una ciudad franciscana, confía en las personas y se siente siempre en la obligación de ayudar a los demás.

Me enseñó la lección de honradez en una escena, lo vi recoger una moneda de diez centavos del suelo y devolvérsela a quien se le cayó sin darse cuenta, con una gran sonrisa.

Era él quien me peinaba para ir a la escuela y quien hasta el sol de hoy me levanta todos los días, siempre delicadamente, siempre gentil.

Desde que volvió de su amada Europa, no ha pasado un día sin que se acuerde de su España, de su Bélgica, conserva todavía sus libros de cuando estudiaba allá y algunas cintas de Paul Murriat; el gusto por las ostras, el aceite de oliva y el vino tinto.

Amante de la música clásica, habla siempre del Quijote y recuerda con agrado la vez que vio partir un barco lleno de libros, desde el puerto de Barcelona con destino a Cuba.

Ayer de cumpleaños, nos dirigió unas palabras, algo así como: "Al ocaso de mi vida lo más importante es tener esta mesa llena". Recordó a su abuela Isolina, (una de las personas más queridas para él) por la alegría que ella sentía al verlo, y que ahora siente al ver a sus nietas, hoy más que siempre, al compartir esta fecha con ellas y con nosotros como "el mejor regalo".

Él nos enseña cada día que no hay tiempo que perder, para perdonar, para estar en familia y para construir buenos momentos con lo más importante, los suyos.

Un privilegio ser la hija que más ha compartido su tiempo con él.

Ce.

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