Estoy
llena de recuerdos, de nostalgia, de añoranza... también de infancia, de ese
último verano antes de que mi abuela se fuera, pero sobre todo de familia, de la
tía Luchita por ejemplo, que una vez llenó mi cabeza de bucles y yo feliz me
creí la protagonista de Mundo de juguete, recuerdo la sorpresa que se llevó mi
mamá al verme, al pensar me quedaría así
para siempre. De mi primo mayor, Carlos, ya grande, terminando el colegio
cuando éramos pequeños, lo veía manejando un auto café con vidrios ahumados,
con el radio bien alto, haciéndose el importante por todo el pueblo, cabezón y
gentil, me acuerdo nos relataba se perdió su fiesta de grado por embriagarse en
la tarde y quedarse dormido en la noche, antes de que su fiesta empezara, lo
recuerdo contándonos con gran orgullo su hazaña, era chévere este primo. Y su
hermana menor, Paty, con quien jugaba al juramento de la bandera, simulando el
portaestandarte y la tricolor con un palo de escoba y una toalla.
Cuando
íbamos allá, mi hermano salía, yo me quedaba en casa con las tías, haciendo
nada, a veces me llevaba, y era genial, siempre genial, excepto una vez de la
cual tengo un recuerdo bizarro, cuando jugamos en el parque de arriba, años
atrás cementerio, que por la noche me dio dolor de todo, por el “mal aire” que
me había dado y que con tanto amor y remedios caseros las tías y mi abuelita me
curaron.
Recuerdo
las noches divertidas, fuera de casa, con todos los primos y vecinos jugando en
la calle, con la pelota a “los países” hasta que mi abuelita nos llamara para ir
a dormir. Y los plácidos días de sol.
Mucho el
tiempo en que no te he vuelto a ver, quisiera volver…
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