martes, 29 de enero de 2013

San Miguel, San Miguel...



Estoy llena de recuerdos, de nostalgia, de añoranza... también de infancia, de ese último verano antes de que mi abuela se fuera, pero sobre todo de familia, de la tía Luchita por ejemplo, que una vez llenó mi cabeza de bucles y yo feliz me creí la protagonista de Mundo de juguete, recuerdo la sorpresa que se llevó mi mamá al verme, al pensar  me quedaría así para siempre. De mi primo mayor, Carlos, ya grande, terminando el colegio cuando éramos pequeños, lo veía manejando un auto café con vidrios ahumados, con el radio bien alto, haciéndose el importante por todo el pueblo, cabezón y gentil, me acuerdo nos relataba se perdió su fiesta de grado por embriagarse en la tarde y quedarse dormido en la noche, antes de que su fiesta empezara, lo recuerdo contándonos con gran orgullo su hazaña, era chévere este primo. Y su hermana menor, Paty, con quien jugaba al juramento de la bandera, simulando el portaestandarte y la tricolor con un palo de escoba y una toalla.

Cuando íbamos allá, mi hermano salía, yo me quedaba en casa con las tías, haciendo nada, a veces me llevaba, y era genial, siempre genial, excepto una vez de la cual tengo un recuerdo bizarro, cuando jugamos en el parque de arriba, años atrás cementerio, que por la noche me dio dolor de todo, por el “mal aire” que me había dado y que con tanto amor y remedios caseros las tías y mi abuelita me curaron.

Recuerdo las noches divertidas, fuera de casa, con todos los primos y vecinos jugando en la calle, con la pelota a “los países” hasta que mi abuelita nos llamara para ir a dormir. Y los plácidos días de sol.

Mucho el tiempo en que no te he vuelto a ver, quisiera volver…